Quinta Estación

El Resucitado se manifiesta al partir el pan

 

P. Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.

T. Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

1L. Del Evangelio según San Lucas (Lc 24, 28-35)
Ya cerca de la aldea donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron diciendo: "Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída" Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció. Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?" Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: "Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón" Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

2L. Una cena,  una  maravilla 
El cruce de Emaús. El buen corazón hace exclamar a los dos: "Quédate con nosotros". Lo decimos por ti, peregrino sin techo. Lo decimos por nosotros, inflamados por tus palabras.
Y lo acogen. Es la salvación de ellos. Abrir las puertas a Cristo de incógnito es encontrar abiertas las puertas del corazón de Dios. Lo invitan a sentarse a su mesa. Y ven antes sus ojos transformarse la pobre mesa de un pequeño comedor en la Gran Mesa de la ultima Cena. Y los ojos vendados se abren. El desconocido se transforma en rostro conocido, aquel deseado. Los pies cansados del viaje de ida se transforman en los pies alados del anuncio. Y siguen el camino hacia Jerusalén.
Los jóvenes de hoy, como los discípulos de Emaús, en la medida en que sean casa para los pobres de pan, los pobres de corazón, los pobres de sentido de la vida, tendrán la posibilidad de vivir las experiencias de Cristo.
Y a correr. Joven se es cuando se sabe correr. Los jóvenes correrán por los caminos del mundo de hoy, para anunciar la Buena Nueva a aquel que yace por algún camino, quizás joven por los años pero decrépito en el corazón.

T. Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

P. Roguemos. Jesús Resucitado: en tu última Cena de hombre terrestre has indicado en el lavatorio de los pies el único modo de participar en la Eucaristía. En tu primera Cena de hombre celestial has querido proponer con la hospitalidad al diferente la condición necesaria para la comunión contigo. Señor de la gloria, ayúdanos a preparar nuestras celebraciones lavando los pies cansados de los últimos, acogiendo en el corazón y en las casas "pobres, tullidos, cojos, ciegos" (Lc. 14,13), los necesitados de hoy, que no tienen otro signo de reconocimiento sino aquél de ser tu imagen viva.


T. Amén.

Canto