Decimotercera Estación

Con María, a la espera del Espíritu

  

P. Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.
T. Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

1L. De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 1, 12-14)
Después de subir Jesús al cielo, los apóstoles se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Llegados a casa, subieron a la sala, donde se alojaban: Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Celotes y Judas el de Santiago. Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.

2L. Un  cenáculo, una  madre
"Todo reside en estar listos", dice Shakespeare. El Resucitado indica a sus seguidores de prepararse al evento prometido que completa los eventos: el Pentecostés. La madre de Jesús, presente desde el inicio, no puede estar ausente en el momento culminante. María, la señora de la pascua, la belleza no ofuscada de Dios. En el Magnificat había cantado el Dios de la pascua que finalmente a la historia daba un aspecto humano: "Ha rechazado a los ricos, ha depuesto a los poderosos, ha puesto en el centro a los pobres, ha elevado a los humildes." ¿No es este el Dios que está haciendo grandes cosas?
Esta joven mujer, cantautora de la canción juvenil, el Magnificat, ahora espera con los amigos de Jesús el inicio de una nueva aurora.
También los jóvenes están en espera, con María, la eterna joven. Ella los enseña a tener las manos juntas para saber tener las manos abiertas, las manos que se ofrecen, las manos limpias, las manos heridas del amor, como las del Resucitado.
Manos juntas: los jóvenes que oran son los jóvenes que se salvan, y que salvan.
En el cenáculo es afirmada la belleza de la juventud, pero está demostrado que el que quiere ser joven puede ser alegre.
Nosotros somos gente pascual. Y la alegría es nuestra canción.

T. Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

P. Roguemos. Jesús Resucitado de la muerte, siempre presente en la comunidad pascual, infunde en nosotros, por intercesión de María, todavía hoy, aquí, tu Espíritu santo y el de tu Padre amado: el Espíritu de la vida, el Espíritu de la felicidad, el Espíritu de la paz, el Espíritu de la fuerza, el Espíritu del amor, el Espíritu de la Pascua. 

T. Amén.

Canto