Séptima Estación

El Resucitado da el poder de perdonar los pecados

 

P. Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.
T.  Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

1L. Del Evangelio según San Juan (Jn 20, 19-23)
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros". Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados, a quienes se los retengáis, les quedan retenidos."

2L. De la parálisis al dinamismo
El terror encierra. El amor abre. El amor entra también a través de los puertas cerradas. Como un intenso perfume que se expande por encima de las barreras. El amor resucitado entra. Nos da coraje. Y dona. Dona a los discípulos paralizados no solo la fuerza de levantarse sino también el poder de resucitar: "Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis, serán perdonados".
Alienta. ofrece el soplo de la vida. Es el Espíritu Santo, vida del Padre y del Hijo: lo ofrece no como una caja fuerte a vigilar sino como un aire nuevo de comunicarse. Aire nuevo en el mundo; los pecados no son rocas insuperables. En consecuencia se puede rejuvenecer. El soplo del Resucitado es hoy recibido en el sacramento de la reconciliación: "Eres nueva criatura; anda y porta aire nuevo por doquier".
Aire nuevo: abren las ventanas del mundo al nuevo sol del Resucitado. Es primavera. !Se optimista!
¡La crónica blanca es la alegría de Dios!
El mundo presenta varios estratos: los primeros, los más vistosos son aquellos con los cuales chocamos cada día, son duros, obtusos, impermeables, fangosos. El fango es una mezcla de la sangre que cada día corre y de los cotidianos ríos de lágrimas. Abajo, todavía más abajo, existe una realidad invisible del don de Dios en acción que nos empuja a gestos gratuitos, escondidos, profundos, perseverantes.
No os fijéis en la apariencia. La realidad verdadera está en lo profundo. ¡Es allí donde Dios nos espera!

T. Alégrate, Virgen Madre: Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!

P. Roguemos. Ven, oh Espiritu Santo. Tú, primer don de Jesús Resucitado, tienes que ser el entusiasmo del Padre y del Hijo en nosotros, que nadamos en el tedio y en la oscuridad. Tú, armonía del padre y del hijo, oriéntanos hacia la justicia y la paz: líbranos de  nuestras cápsulas de muerte. Tú, vida eterna de lPadre y del Hijo, sopla sobre estos huesos resecos y haznos pasar del pecado a la gracia. Tú, juventud del Padre y del Hijo, vuélvenos jóvenes perennemente, vuélvenos hombres entusiastas, vuélvenos expertos de la Pascua. 

T. Amén.

Canto